sábado, 9 de mayo de 2015

Mi experiencia en el pasado curso de canto de aves por Depana

Los pasados 9 y 11 de abril asistí a la 4ª edición del curso de canto de aves impartido por Eloisa Matheu y organizado por Depana.


El primero de los dos días consistió en una instructiva sesión de unas dos horas de duración en la que, tras asentarnos y presentarnos los asistentes al curso, aprendimos las características fundamentales del canto de las aves, que permitirán distinguirlo según la especie, y una forma de representarlo gráficamente que practicamos mediante diversos ejemplos de cantos que nos puso Eloisa. También se recordaron algunas técnicas mnemotécnicas para recordar el canto de los pájaros, consistentes principalmente en curiosas frases de origen popular que imitan la estructura y las relaciones tonales del mismo.
Asímismo se remarcó la importancia de transcribir, no sólo gráficamente sino mediante onomatopeyas, los cantos, no sin olvidar la subjetividad de este proceso, que es más de ayuda para uno mismo, de cara a recordar y diferenciar las frases de los mismos, que para proyectarlos en estas expresiones.
Cabe destacar, entre otros, que los cantos se estructuran en pequeñas frases o motivos, o que la repetición rápida de una misma nota es lo que se llama trino.

Ya desde los primeros ejemplos se hizo claro el protagonismo que cobrarían el carbonero común (Parus major) y el herrerillo común (Parus caeruleus o Cyanistes caeruleus según la clasificación), pues son aves muy presentes en Cataluña, y tienen cantos sencillos de caracterizar -aunque no siempre de distinguir-, por la alternancia agudo-grave de notas relativamente breves y por el timbre metálico de las mismas.
Aunque, si no recuerdo mal, el primer canto que estudiamos fue el del cuco común (Cuculus canorus), que también oiríamos posteriormente durante la salida, cuando se observaría el detalle de lo mucho que oímos esta especie y lo poco que la vemos.
En cuanto a las frases, destacó aquella que recuerda el canto del pinzón vulgar (Fringilla coelebs), que comienza con una breve repetición en agudo, baja poco a poco al grave (bajada que se visualizaría aproximadamente como una escalera) y acaba con un motivo final que regresa al grave: "Qui-qui-quién/ te ha dicho a ti/ que me llamo De/metrio?"

Finalmente, ante mi conjetura de que el nombre del mirlo parece parlante (pues es un canto que transcribiría con no pocas erres y eles) comentamos que esto sí es así para otras aves, pero en este caso habría que conocer el origen etimológico del nombre científico Turdus merula. Pues bien, de la búsqueda que he realizado parece deducirse que merula significaría "pájaro negro", lo que tiene sentido si comparamos con otras palabras que tienen su origen en esa raíz que remite al color oscuro, como "moreno" o "Mauritania".



El segundo día, sábado 11, tras un primer encuentro a las 7 de la mañana en Fabra i Puig y luego otro a las 7:45 en el Coll d'Estenalles, nos acercamos con los coches hasta el Montcau, por donde comenzamos el recorrido a pie.





Tras el "silencio" (con permiso de John Cage) que nos envolvió durante los primeros pasos, pronto atendimos al reclamo (o llamada, según se prefiera) de un pinzón, una especie de pin(c) sonoro y metálico. También rápidamente empezaron a sonar el herrerillo arriba citado y un canto más musical, pero de estructura bastante libre -un canto juguetón, como infantil-, que resultó ser un petirrojo (Erithacus rubecula); luego veríamos como su canto alternaba frases medio-largas más agudas con otras más graves y que suele dejar notas agudas colgando, sin acabar. Pero nos concentramos en el canto de Demetrio -el pinzón- del que Eloisa nos hizo notar como nos rodeaba, pues para marcar territorio canta en una rama, salta a otra rama o incluso árbol y vuelve a cantar, haciendo un recorrido aproximadamente circular.
Tampoco faltaría un herrerillo capuchino (Parus cristatus o Lophophanes cristatus según la clasificación), inconfundible por el "rrrr" (modulación muy rápida inapreciable) que finaliza una frase que suena a algo así como "tsi-tsi-rrrrr", y algún carbonero (escaso durante todo el recorrido). Nos fijamos también en que mientras el carbonero produce notas más sonoras, las modulaciones y sonidos más vibrantes suelen ser propias del herrerillo común.

Así, pronto nos encontramos ante un pequeño caos de cantos de diversas especies procedentes tanto de cerca de donde estábamos como del otro lado del valle, ante lo cual se hacía necesario concentrarse bastante para separar el canto de una especie concreta. Por ejemplo, otra que nos llamó la atención, de muy bello timbre similar al del mirlo, aflautado (aunque personalmente, me recuerda más al clarinete que a la flauta), y con un canto mucho más complejo que el de pinzones y herrerillos, pero con una estructura más descifrable que la del petirrojo, fue la curruca capirotada (Sylvia atricapilla). Una primera frase más carraspeada, y una segunda parte más limpia o musical y con una estructura más clara caracterizan su canto. Eloisa pudo oír también la llamada de alerta de un mirlo que había en la zona.

Durante esta primera parte del recorrido también nos encontramos ante el agudo "tsitsitsitsitsi" (o quizá mejor "vivivivivi") del reyezuelo listado (Regulus ignicapilla) y el parecido canto del mosquitero papialbo (Phylloscopus bonelli), trino corto formado por notas agudas y potentes, además del canto del agateador común o europeo (Certhia brachydactyla),  consistente en un comienzo con notas agudas y tras bajar a un tono más grave, una modulación de nuevo al agudo. No faltó, justo antes de pararnos a desayunar, el "tsec" de llamada y el canto del chochín común (Troglodytes troglodytes).


Poco después de esta parada, en la que aprendimos un poco de la geología de la zona y pudimos ver unos narcisos, llegamos al paso en el que dejábamos el Montcau para subir al Coll del Llor en Els Emprius, donde el tomillo y el romero afloraban por el suelo.


A pesar de que con el avance del día se iban oyendo cada vez menos cantos y además, los mismos que ya habíamos reconocido, con el cambio de terreno encontramos algunas nuevas especies. En una parada tras la subida, en la que Eloisa resumió todas las explicaciones sobre los cantos que habíamos podido escuchar, tuvimos de fondo el canto y llamadas de una curruca carrasqueña (Sylvia cantillans) -por el reclamo se distingue de la curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala) y por el canto, más agudo y con una estructura menos clara, de la curruca capirotada-.



Posteriormente, después de bajar a ver la Cova dels Emboscats (o dels carlins?), mientras hacíamos camino por los alto de la sierra pudimos oír un cuco y ver volar unos cuervos (Corvus corax) -que ya habíamos escuchado antes-, unos halcones y unas perdices rojas (Alectoris rufa), antes de deleitarnos -cerca de la hora en la que nos paramos a comer- con un colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros) que pudimos contemplar en unos arbustos cercanos.

Durante la bajada, ya en la primera hora de la tarde, cantaban todavía alguna curruca capirotada, algún pinzón y un mito (Aegithalos caudatus) entre otros. No faltaron a la despedida sendos petirrojos, uno que cantó cuanto quiso para nosotros, y otro con el característico reclamo seco, corto y ruidoso que lo diferencia de los reclamos de pinzones, currucas y chochines.



A modo de conclusión y reflexión, mi experiencia. He salido de la caverna de Platón y he visto la luz. Hay más aves que las que uno ha identificado a lo largo de su vida y hay más cantos que los que uno es capaz de reconocer y proyectar en determinadas especies.
Reconozco con lo anterior mi profunda ignorancia a pesar de haber vivido muchos años en el rural. Antes oía una serie de cantos y llamadas que se mezclaban en mi mente como poco más que uno solo. Ahora oigo cantos y llamadas, y los percibo como procedentes de distintas aves que, además, en alguna ocasión puedo reconocer.
La práctica del curso me da facilidad a la hora de reconocer carboneros y herrerillos, y ligeramente currucas (con la dificultad de distinguir su timbre del del mirlo). Sigo pensando que el canto "libre" del petirrojo lo vuelve más difícil de reconocer.
Pero es un placer (como toda capacidad de tener conocimiento acerca de aquello que se percibe) pasear, reconocer el canto de un carbonero, encontrarlo, verlo, y confirmarlo gracias a la guía que nos informa acerca de su característica corbata.
Insisto, el aprendizaje no es tanto el de identificar un ave u otra por su canto, como el de cambiar el mecanismo de escucha hacia el mismo, casi -o totalmente- de manera inconsciente e involuntaria. Es fantástico.

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