jueves, 19 de febrero de 2015

Del diseño acústico de los espacios.


  • De los espacios interiores
    • Un texto de hace unos meses: Enmascaramiento por ruido sin amplificación
      Agradezco mucho a Jesús Velasco por desvelarnos en el siguiente post, un restaurante de Lisboa, donde se puede hablar sin escuchar a las mesas vecinas, gracias al enmascaramiento a través de una gran fuente de agua.
      Los sistemas de enmascaramiento por ruido (noise masking) tal y como los conocemos, surgieron en la década de los 60 en las oficinas abiertas (como la que aparece en la película “El Apartamento”) con el objetivo de que el sonido creado por un trabajador en su puesto no molestase a los que se situaban a su alrededor, introduciendo un ruido aleatorio, continuo y de bajo nivel en toda la oficina a través de altavoces colocados en el techo que enmascarara, ocultara o tapara el sonido producido por esas fuentes de ruido puntuales.
      Existe un recinto en Lisboa que utiliza esta técnica de enmascaramiento aunque lo más probable es que el interiorista que diseñó la restauración de un almacén del siglo XIX de ladrillo y cerchas de hierro fundido con techo a dos aguas situado en la orilla derecha de la desembocadura del Tajo para convertirlo en el restaurante Kais, no pensase en ello cuando colocó una “cascada” de tres metros de altura y seis de ancho como separación entre la entrada y el resto de los espacios del restaurante
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    • Un texto reciente: The Photoshop of Sound
      On a recent visit to Oliveto, a nouvelle Italian restaurant in the Rockridge neighborhood of Oakland, California, I paid attention less to the food than to the sound. I was at a table of six, in the restaurant’s upstairs section. It was a Friday night, and by the middle of the meal the room was crowded. Conditions were primed for restaurant cacophony: that inexorable crescendo of talking, barking, cackling, and clanking, which threatens to drown out any conversation and prompts diners to shout at one another, adding to the din. On this night, though, I found myself able to tune out the noise and hear only what I wanted to hear. When someone at a nearby table began guffawing at his own jokes, I could still follow the remarks of the calm-voiced man sitting next to me. Friends on the other side of the table spoke across the breadbasket without having to raise their voices. Although we were aware of a general buzz, it all happened at a comfortable distance. It was two hours of acoustical paradise.
      The effect was premeditated. The man sitting next to me, a vaguely wizard-like seventy-one-year-old with a Tolstoyan beard, was the audio engineer John Meyer. With him was Helen Meyer, his wife; together, they are the proprietors of Meyer Sound Laboratories, which is based in Berkeley. They manufacture a range of high-end audio products, but they are particularly noted for their ability to enhance, through electronic means, the acoustic of an extant hall or space. When Oliveto underwent a renovation, last year, the owners called upon the Meyers to design a more conversation-friendly setting. The apparatus that the Meyers installed includes a version of the company’s Constellation system, which employs microphones, a digital-audio platform, and loudspeakers to sample the noise of a room, modify it, and send it back out in altered form. The walls of the seating area are outfitted with what the Meyers call the Libra system: sound-absorbing panels that have an attractive façade, in this case images of olive groves by the Berkeley photographer Deborah O’Grady. Concealed in a back room is the system’s digital processor, which can be controlled with a tablet
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  • De espacios exteriores. Una novedad para un futuro próximo: La ciudad busca su diseño en el sonido.
    Por qué no enmascarar el sonido que origina el tráfico en una avenida con el que genera el agua de las fuentes? ¿Por qué no diseñar el retranqueo de nuevos edificios en construcción de una manera tal que rebote el sonido y no moleste? ¿Por qué no hacer más armónicos los ruidos de una ciudad y pasar de considerarlos un residuo eliminable a tratarlo como un recurso? Es lo que pretende el proyecto 'Holistic City Soundscapes', que dirige el profesor de la Escuela Politécnica de Ingeniería de Gijón y coordinador del grupo I3G, Javier Suárez Quirós, y que acaba de recibir financiación del IUTA (Instituto Universitario de Tecnología Industrial de Asturias).
    El objetivo principal de este trabajo, que se realiza con la colaboración del fonografista Juanjo Palacios, y en el que se pretende ir involucrando a otros investigadores y alumnos de la EPI, es conseguir un método innovador, en clave 'smart city', para medir el paisaje sonoro urbano, incorporando las percepciones y sensaciones humanas. De esta manera, se lograría sustituir los actuales mapas de ruido que únicamente tienen en cuenta el nivel de presión, por un «atlas sonoro» capaz de establecer una relación más cercana entre sonido y ciudad. «Se proporcionaría a los ciudadanos una mayor información sobre la ciudad en la que viven, dando así un elemento más para la reflexión pública sobre el modelo de ciudad que se desea», señala el profesor Suárez Quirós en la memoria del proyecto
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